Ganancias y pérdidas en Guantánamo: el tribunal exige
acceso a pruebas "clasificadas", pero amordaza a los abogados
26 de julio de 2007
Andy Worthington
El viernes, un día después de que un Senado cobarde/comatoso rechazara
hasta la más mínima mención a los planes de trasladar a los detenidos de
Guantánamo a prisiones en el territorio continental de Estados Unidos, los
jueces del Tribunal de Apelación del Circuito del Distrito de Columbia hicieron
avanzar la tambaleante situación jurídica de los detenidos al ordenar al
gobierno que entregara información clasificada relativa a ellos, frustrando los
intentos del Departamento de Justicia de insistir en que el tribunal sólo debía
recibir la información incluida en sus audiencias en Guantánamo, y no, como lo
describió el New
York Times, la información "más amplia" que el gobierno
pudiera haber recopilado sobre un detenido.
La decisión del tribunal se refiere a los primeros casos presentados en virtud de una
disposición de la Ley sobre el Trato a los Detenidos de 2005 para la
"revisión limitada por un tribunal de apelación" de los tribunales de
Guantánamo (los Tribunales de Revisión del Estatuto de los Combatientes), que
se convocaron para evaluar si los detenidos habían sido designados
correctamente como "combatientes enemigos", y que han sido
ampliamente condenados como tribunales canguro, porque a los detenidos no se
les permitió representación legal, ni ver ni oír las "pruebas clasificadas"
contra ellos.
Señalando, como dice el Times, que "el Congreso dijo que la revisión del tribunal de
apelación de las audiencias sobre el estatuto de combatiente se limitaba a
determinar si el Pentágono había seguido sus propios procedimientos y si la
conclusión de combatiente enemigo estaba respaldada por una preponderancia de
las pruebas", los jueces del tribunal de apelación dijeron que una
revisión significativa de los tribunales no sería posible "sin ver todas
las pruebas, igual que no se puede decir si una fracción es más o menos de la
mitad mirando sólo el numerador y no el denominador". Escribiendo de forma
menos oblicua, los jueces explicaron: "El abogado [el gobierno]
simplemente no puede argumentar, ni el tribunal puede determinar, si una preponderancia
de las pruebas apoya la determinación del Tribunal sobre el estatus sin ver
todas las pruebas. Por lo tanto, debemos presumir que el abogado de un detenido
tiene 'necesidad de conocer' toda la información del Gobierno relativa a su
cliente, no sólo las partes de la información del Gobierno presentadas al Tribunal."
Sabin Willett, abogado que representa a seis detenidos chinos musulmanes en Guantánamo (y cuyo caso
fue uno de los considerados por el Tribunal de Apelación), calificó la
sentencia de "rotundo rechazo del esfuerzo del gobierno por ocultar la
verdad", pero lo que quizá sea más interesante, a largo plazo, es si las
pruebas "más amplias" ocultadas por el gobierno serán algo más que un
espejismo. Hace tiempo que se sabe que las "pruebas" no clasificadas
contra la mayoría de los detenidos consisten en casi todos los rumores y falsas
acusaciones obtenidas mediante soborno, coacción y tortura que el gobierno ha
podido reunir, y en los murmullos que se han filtrado ocasionalmente después de
que los abogados hayan revisado las "pruebas clasificadas", la revelación
más sorprendente sobre la caja de Pandora de las "pruebas
clasificadas" es que no contienen nada sustancial en absoluto.

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Sin embargo, los lectores también deben tener en cuenta que la decisión del tribunal de
apelación incluye lo que el Times denominó "victorias significativas para
el gobierno"; en concreto, una decisión "que permite al Pentágono
limitar los temas que los abogados pueden tratar con los detenidos y autoriza a
equipos especiales del Pentágono a leer el correo de los abogados y eliminar
comentarios no autorizados." Se trata de una noticia inquietante. Desde
que se permitió por primera vez a los abogados acceder a los detenidos a raíz
del veredicto del Corte Supremo en el caso Rasul contra Bush, en junio
de 2004, la administración ha hecho todo lo que estaba en su mano para
perturbar el proceso, desde intimidar a los presos hasta obstruir a los propios abogados.
Un abogado señaló que varios presos le habían dicho "que habían sido interrogados por personas
que decían ser sus abogados pero que resultaron no serlo", el detenido
Juma al-Dossari, puesto en libertad recientemente, informó de que varios
interrogadores le dijeron que sus abogados eran unos mentirosos, y a Fouad
al-Rabia, un kuwaití que sigue recluido en Guantánamo, le dijeron que "si
se quejaba a sus abogados de las condiciones en Guantánamo lo mantendrían allí
de por vida." Ya en octubre de 2004, la juez de distrito estadounidense
Colleen Kollar-Kotelly, en respuesta a las quejas de los abogados, ordenó al
Pentágono que dejara de espiar las conversaciones entre abogados y clientes, lo
que describió como un principio estadounidense "fundamental", y en el
último año la presión sobre los abogados ha aumentado notablemente.
Tras los suicidios de tres hombres en Guantánamo en junio de 2006, las autoridades confiscaron
ilegalmente gran cantidad de correspondencia entre abogados y clientes y, de
forma escandalosa, acusaron a
Clive Stafford Smith (cuya organización benéfica, Reprieve, representa a varias docenas de
detenidos en Guantánamo) de incitar a los suicidios. Posteriormente, en abril
de este año, la administración presentó propuestas que han resurgido
modificadas en la decisión del tribunal de apelación del viernes: restringir a
los abogados a sólo tres reuniones con sus clientes y permitirles leer su
correspondencia. En una presentación judicial, el Departamento de Justicia
alegó que el acceso de los abogados a través del sistema de correo había
"permitido a los abogados de los detenidos causar malestar en la
base" al informar a los detenidos sobre "operaciones militares en
Irak, actividades de líderes terroristas, esfuerzos en la Guerra contra el
Terror, el ataque de Hezbolá contra Israel y abusos en la prisión de Abu
Ghraib", una afirmación que llevó a Barry M. Kamins, Presidente del
Colegio de Abogados de Nueva York, a escribir al Fiscal General Alberto
Gonzales, declarando: "Se trata de una afirmación asombrosa y poco
sincera", y a señalar que "muchos detenidos han permanecido en
régimen de aislamiento durante períodos prolongados y han perdido la esperanza
de una audiencia justa para demostrar su inocencia."
Aunque los planes parecían haber sido abandonados, tras una protesta de grupos jurídicos y quejas
en el Congreso, cuando el contralmirante Harry H. Harris, comandante de
Guantánamo, admitió que eran medidas elaboradas a raíz de los suicidios que
"ya no estaban justificadas", y el Departamento de Justicia admitió
que "ya no pretendía incorporar un umbral de tres visitas para el número
de visitas de los abogados", los casos del viernes los devolvieron a la
vida maligna. Aquí estaban, una vez más, las acusaciones de que los abogados
fomentan los disturbios escribiendo sobre temas de actualidad, y las
afirmaciones del gobierno de que "esa información puede 'incitar a los
detenidos a la violencia' o causar 'disturbios' como un motín, una huelga de
hambre o un suicidio -como, de hecho, ha ocurrido en el pasado".
Aunque los abogados insistieron en que, tal y como establece un precedente legal, el secreto
profesional entre abogado y cliente tenía por objeto "fomentar la
comunicación plena y franca entre los abogados y sus clientes y, por tanto,
promover intereses públicos más amplios en la observancia de la ley y la
administración de justicia", sus afirmaciones fueron, de forma bastante
inquietante, desautorizadas por los jueces, que, sin expresar opinión alguna
sobre si la prerrogativa del secreto profesional en la relación cliente-abogado
es aplicable en este contexto", coincidieron con el Gobierno en que
"las infracciones cometidas en el pasado" por "algunos abogados
de detenidos" justificaban la propuesta del Gobierno de "restringir
los temas sobre los que todos los abogados pueden mantener correspondencia con
un detenido y responsabilizar a todos los abogados controlando el correo
jurídico que envían a sus clientes detenidos"."
Hay que aplaudir al Tribunal de Apelación por sus exigencias de que el gobierno haga pública toda
la información relativa a los detenidos, pero su respaldo sin pruebas a las
afirmaciones del gobierno de que los abogados han provocado problemas en
Guantánamo en el pasado, y su aprobación de los planes para limitar los temas
de discusión entre los abogados y sus clientes, y de emplear perros fisgones
humanos para vigilar su correspondencia, deben ser rechazados como otro intento
mezquino de una administración paranoica de socavar el principio estadounidense
"fundamental" de la confidencialidad entre abogado y cliente, y de
impedir que los detenidos ejerzan lo que, en algunos casos, es su único
salvavidas hacia la cordura: una reunión con un ser humano que no forme parte
de la maquinaria militar que les ha mantenido encarcelados sin cargos ni juicio
durante cinco años y medio.
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